Desconocemos el sabor
del dulce amargo,
de aquellos segundos
elegidos para desperdiciarlos.
Aceptamos el ácido
que acelera nuestro ritmo
de momentos eufóricos
hacia la utopía del ser el elejido.
Creemos las mentiras
que nuestros ojos iluminan,
pero el veneno hipnotiza
nuestra vista de las grimas.
Olvidamos el brusco movimiento
de los roces plácidos
que derraman un fuego
en el infierno interno que va ardiendo.
Y así las cenizas excesivas,
Se multiplican en cifras
Increíblemente sumisas,
Y recaen sobre aquella maravillosa pesadilla.